El ser humano, como es sabido, es un animal social: su sociabilidad es parte de su herencia biológica, lo cual significa que, por naturaleza, el hombre y la mujer viven relacionándose con otros hombres y/o mujeres, con los que forma diversos grupos, entre ellos el de la familia, institución de la que se ha llegado a afirmar que constituye la “célula de la sociedad”.
Toda agrupación es –aparte de otros conceptos que por razones obvias de espacio no podemos tratar en este estudio– un sistema de comunicaciones de variable eficacia. Para que la comunicación dentro de un mismo grupo o sistema (“caja negra” o black box) o entre dos ó más (contexto general) resulte eficiente, deben cumplirse ciertas condiciones, algunas de las cuales son relativas a los mensajes mismos, y constituyen una problemática típicamente psicológica.
La comunicación social se realiza cuando un emisor transmite información a un receptor. Pero esto sólo puede ocurrir respecto de algo acerca de lo cual el receptor está inseguro; de lo contrario, normalmente, no vendrían a aumentársele los informes que ya poseyera con anterioridad. La inseguridad (o duda) equivale –en el lenguaje que nos interesa en el presente trabajo– a la presencia de alternativas, y el “grado de duda” del receptor puede medirse por el número de alternativas u opciones que se le ofrecen para elegir. Pueden surgir, así mismo, problemas de cuantificación para averiguar cuánto es lo que se debe transmitir para que el mensaje se comunique completo, sin menoscabos de ninguna clase.
Por otra parte, resulta un hecho evidente y, en todo caso, demostrable, que las respuestas postreras de varios sistemas “encadenados” por una comunicación van perdiendo su intensidad inicial (amén de experimentar unas modificaciones estructurales que aquí no pueden incumbirnos). En los “rumores artificiales”, creados por un experimentador, se demostró que estas pérdidas son de cerca de 1/3 del contenido, por término medio, cuando el rumor se transmite de la 1ª persona o sistema al 2º sistema. Prodúcese una ulterior pérdida proporcional, más bien pequeña, al transmitírselo el 2º sistema al 3º, y otra pérdida cuando el rumor pasa al 4º sistema. Posteriormente, se va conservando, poco más o menos, alrededor de un 30% de la información original. Esta especie de transmisión en serie de un sistema a otro pueda producirse en cuestión de minutos, y la continua pérdida de información resulta comparable a la pérdida de memoria individual correspondiente a un período de 2-3 semanas. Es decir: que el 1er sistema reproduciría al cabo de aproximadamente 15 días la misma información o fracción del mensaje original que el 5º sistema de la serie podría reproducir al cabo de ½ hora de haberse iniciado la comunicación.
El universo “burocrático” se caracteriza por presentar un tipo de comunicación “en cadena”. Sin embargo, cuando hablamos de una “dictadura” pensamos en otro tipo de comunicación: “en estrella” (“confluencia”), desde cuyo centro una autoridad irradia órdenes indiscutibles a sus subordinados. Un “anillo” comercial significa que los miembros que lo constituyen poseen privilegios, de los que están excluidos los que no pertenecen a él. Los ejércitos, universidades, partidos políticos, fábricas y talleres, bancos y cajas de ahorro, individuos aislados..., constituyen sistemas con redes de comunicación características.
Pues bien, considerando ahora 5 sistemas (A, B, C, D, E) psicológicos intercomunicables, representemos esquemáticamente los diversos tipos expuestos:
Vamos ahora a analizar separadamente cada uno de ellos:
• En el CÍRCULO o ANILLO, cada S. psicológico (individuo o conjunto de ellos) puede comunicarse con sus vecinos posicionales de ambos lados.
• En la CADENA, A no puede comunicarse con E ni tampoco vice-versa pues, de lo contrario, las condiciones serían las mismas que las del círculo o anillo; A y E constituyen, en definitiva, los eslabones extremos de una CADENA.
• La HORCA o BIFURCACIÓN es una cadena de 4 miembros:
A – B – C – D, siendo reemplazado el D E de la cadena por el C E .
• La CONFLUENCIA o ESTRELLA, por último, se distingue por tener un miembro central B a través del cual deben ir pasando todos los mensajes.
Se realizaron experiencias con las 4 disposiciones anteriormente reseñadas, estableciéndose una marca de velocidad, errores y número de mensajes o “respuestas” transmitidas. La mayoría de los errores observados fueron cometidos por el tipo CÍRCULO, y el menor número de ellos por los tipos HORCA y CONFLUENCIA (aunque este último daba, a su vez, menos mensajes que el CÍRCULO). Hubo pocas diferencias entre las disposiciones en cuanto a la velocidad con que se emitieron los “outputs” (respuestas).
Observemos, ahora, un ejemplo de modelo de comunicación pública, tal como el del tráfico. El conductor constituye un sistema psicológico que va recibiendo continuamente información –en su mayor parte visual– del tráfico que le rodea. Hasta qué punto debe depender de esta avalancha de informes visuales y sonoros lo comprenderá dramáticamente si cierra los ojos por unos momentos mientras conduce su vehículo. Pero no sólo debe absorber información –mucha de la cual no va primordialmente dirigida al sistema– sino que, además, ha de transmitir mensajes a otros sistemas (conductores y peatones de las proximidades) empleando un código reconocido de señales visuales y auditivas o acústicas.
• Conclusión: El ser humano, considerado como sistema, recibe, almacena y transmite informes emotivos e intelectuales. Y él mismo, como individuo, constituye, en sí, un S. de autocomunicación: en efecto, ¿no toma muchas veces el “pensar” como forma de conversación interior?. Pero esta última proposición queda velada por el problema de “black-box”.
Por otra parte, y a nuestro entender, uno de los cometidos principales del psicólogo es medir la cantidad de información recibida por un individuo o sistema en unidades “subjetivas” (que son distintas de las “objetivas”). Y es por todo ello que la aplicación de la Teoría General de Sistemas a este apartado psicológico se nos antoja altamente interesante.